Se lo
pregunta José María Izquierdo en ¿Para qué
servimos los periodistas? ( hoy) y nos lo preguntamos muchos que atravesamos
la encrucijada. En medio del terremoto digital del que pretendía hablar, otro
seísmo me abre los ojos: el que ha tenido lugar en China este fin de semana.
Chen Ying, reportera de un canal local, dejó plantado al novio el día de su
boda para ir a cubrir la noticia vestida de novia. Alguno puede pensar que
buscaba la fama al estilo Olvido Hormigos pero yo prefiero creer que la
muchacha era incapaz de disfrutar de sus nupcias mientras la oportunidad de
contar lo que sucedía en su ciudad.
La de
contar historias es una labor apasionante. Hace poco, en una entrevista de
trabajo, me preguntaron si escribía cuentos. Cuentos para niños no, pero
cuentos reales, cada día. Para eso servimos los periodistas, para contar lo que
vemos, lo que vivimos, lo que sentimos cuando se paraliza un desahucio o al entrevistar
a quien le ha tocado la Lotería. Muchos pensarán que ese trabajo lo puede hacer
cualquiera desde el Smartphone gracias a Twitter e Instagram, pero me niego a
pensar que los periodistas no servimos para nada. El Periodismo lo hacemos los
periodistas. Uno puede cocinar en su casa pero no por ello es cocinero.
Hasta aquí todo idílico pero hoy en día, en plena crisis de los medios de comunicación convencionales, las principales ofertas de trabajo buscan Community Manager, Web Master, Dircom… Puestos bastante alejados del corresponsal de guerra en el que un día soñamos convertirnos o del periodista raso que algunos hemos tenido el placer de ser en una redacción. Al margen de ciertos tertulianos cantamañanas, y aunque pueda parecer que los periodistas estamos abocados a convertir los temas en Trending Topic o conseguir más pinchazos que el nuevo baile de Psy, los plumillas servimos para mucho más. Para vigilar, denunciar, investigar, comunicar, informar y contar las cosas como son, o como las vemos, con sentimiento y rigor. Sin más pretensiones, y sin menos.
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