Como un
clínex o un vaso de plástico. Desechables. Parásitos que se aprovechan del sistema.
Así nos ha hecho sentir a miles de desempleados el programa que permitirá a
los ayuntamientos madrileños reclutar a un centenar de parados para hacer
trabajos no cualificados, pese a que éstos nada tengan que ver con su nivel
formativo. De esta forma, el señor ingeniero que acaba de quedarse en paro no
podrá negarse a trabajar seis meses en jornadas de ocho horas como barrendero,
sin contrato, sin cotizar y a cambio de un diploma, unas horas de formación y
unos euros más a final de mes. ¿Contribuirá eso a su regreso al mundo laboral?
¿Le ayudará a no oxidarse? Los políticos
del Gobierno piensan que sí. Algunos creemos que nos toman el pelo y brindan
por ello con un gin-tonic subvencionado de los que sirven en el Congreso.
El Programa de Recualificación Profesional de Desempleados Participantes en Trabajos Temporales de Colaboración Social que impulsa el gobierno de la Comunidad de Madrid criminaliza a quienes considera gorrones que viven del llamado Bienestar del Estado. Porque el programita en cuestión sólo permite sacar partido de aquellos que cobran prestación y deja de lado a quienes realmente necesitan el dinero porque ya no tienen ni subsidio. Ellos no interesan.
El Programa de Recualificación Profesional de Desempleados Participantes en Trabajos Temporales de Colaboración Social que impulsa el gobierno de la Comunidad de Madrid criminaliza a quienes considera gorrones que viven del llamado Bienestar del Estado. Porque el programita en cuestión sólo permite sacar partido de aquellos que cobran prestación y deja de lado a quienes realmente necesitan el dinero porque ya no tienen ni subsidio. Ellos no interesan.
Olvidan nuestros políticos que los desempleados tienen derecho a las prestaciones porque las han cotizado, porque las retenían mes a mes de sus nóminas. Puedo decirle a la señora consejera que llevo casi dos meses en paro y no he parado ni un minuto. Me he reciclado más en estas cinco semanas que en los últimos seis años en mi puesto de trabajo. Si tengo que regalar trabajo a alguien, será a una ONG cuya causa me parezca justa pero no contribuiré como “voluntaria forzosa” a arreglar el desaguisado ocupando el puesto de un empleado público al que acaban de despedir y a cambio de no contar en las estadísticas del desempleo. Porque seis meses después, sabré arreglar aceras pero seguiré parada y habré perdido un tiempo precioso para buscar trabajo y continuar con mi formación.
Puede
que un ingeniero metido a jardinero esté contento con la idea pero al menos que
lo haga por conciencia o por gusto, y no bajo amenaza de perder la prestación. El
programa, de existir, debería ser voluntario. Porque muchos no estamos de
acuerdo con que se destinen a esta invención 15 millones de euros mientras se recortan 26 millones de euros en becas en
FP y se invierte en la conservación del toro de lidia.
A esos
políticos que se gastan el dinero público en un personal coach que les ayude a
encontrar el liderazgo del que carecen; que hacen contratos menores burlando
las normas para subvencionar chiringuitos de amiguetes; que no piden licencia
para construir la piscina de su casa, que no pagan ni sus viajes a Eurodisney…
No nos hablen de servicio público ni intenten criminalizar a los parados por
recibir un dinero que merecen mientras beben un gin-tonic subvencionado por
todos los españoles.
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